Cadencia
Es sabido que tenía preferencia por el pasamano y las hamacas. O lo sabía yo, y el mundo seguía siendo todo el resto.
Siempre iba a la plaza que quedaba a pocas cuadras de mi casa cuando era una nena.
En ambos intentaba mejorar mi destreza en un loop de ¡pude! y fracasos. No tenía mucha fuerza de brazos, cosa que perduró a lo largo de mi vida, lo comprobé también cuando hacía acrobacia de piso para mi entrenamiento actoral; sin embargo esa sensación de transitar el espacio… el aire sostenido y acariciado por mis manos, es algo que tocó mi alma y enamoró mi espíritu. Lo que más me gustaba era engancharme con las piernas arriba y soltar los brazos. Había que hacerse un bollito (en esa época podía) y trabar con cierta fuerza las piernas enganchadas en los hierros paralelos para descargar el peso del cuerpo.
Entonces sí, balanceo. el cuerpo en el aire.
fuerte arriba,
suelta abajo.
Es una gracia conocida, la hice incluso cuando tuve a mis hijos y los sostenía como una hamaca viviente en mis brazos que colgaban. Los sujetaba desde su pancita y los hamacaba de esa manera. Los mecía, uno de los hermosos recuerdos de nuestros juegos juntos.
Cómo serán algunas vivencias que se nos quedan impregnadas con alegría toda la vida. Esa necesidad de visitarlas para volver a palpitar aquel mundo primario. En mi caso fue muy hermoso con momentos solitarios que marcaron un estilo en mí al respecto.
uno se hamaca generalmente solo.
Envión para atrás y adelante con las piernas rectas y empujarse con ese quiebre de cintura. También estaba la otra técnica de enroscar y desenroscarse; cuando ya estaba cerca de tu cabeza la gran torsión de eslabones, levantabas los pies a la vez que cerrabas los ojos y apretabas los puños fuerte y empezaba ese tirabuzón a desandarse, de repente el freno látigo y giro al otro lado cuando se había desenredado y de repente pasa otra vez torsión inversa hasta que iba aminorando de a poquito para colocase otra vez de frente,
en su lugar de origen.
lugar de origen
Otra de las grandes pruebas era el salto hacia adelante y caer habiendo transitado una curva mágica hasta el piso terroso de la plaza.
Es una de las primeras veces en mi vida en que me sentí paradójicamente sujeta de mis manos para volar.
Otra de esas, la estás viendo.
Quizás por esa posibilidad que tengo de conectarme con los espacios del amor, es que pude reencontrarme con los columpios, recogidos de mi retina cronológica en una obra que emergió se han cruzado creando una morfología reunida en el dibujo, mi necesidad de investigar y transitar el espacio, el movimiento, el homenaje, el objeto lúdico y finalmente, la libertad.
la libertad.
Paula Bladimirsquy