Pensar la naturaleza y el arte como una banda de Moebius, de manera que uno podría deslizarse y experimentar que, quizás, son lo mismo.
Un tejido natural.
Cada integrante desarrolla su propia imagen como un ideario y se potencia en la propuesta que formó al grupo Matriz, acertado nombre para la presentación de esta reunión de artistas.
La fuerza que tiene la creación muchas veces comienza entre la tierra, abrazada por sus congéneres, nutrida y sostenida por los elementos iniciales que como sujeto y repertorio de esta exposición Micelio, emerge en interpretaciones rebosantes.
La muestra nos recibe con una declaración energética en la obra de Dalia Katz, así pues, los órganos latentes, sus corazones, aparecen contenidos simbólicamente por una red, a modo de crisálidas, como si para su producción de vitalidad, la conexión (representada en el tejido) entre lo individual y lo grupal fuera su alma, su combustible basal.
Florencia Tirigall Pinto revisita ciertos desplazamientos socio-culturales: de la creencia espiritual al consumo e idolatrías superficiales ¿a qué se le rinde culto hoy? Manejando diferentes materialidades como plásticos, elementos de bijouterie, y antigüedades recolectadas que ensambla con un resultado inquietante, hace un pase: estructuras usadas en la simbología y práctica religiosa como posibles escenas para la discusión. Refiere ¿Cuáles son los altares sacrificiales de esta época, cuáles son las cruces que se cargan?
Transitar la exposición nos lleva a un nuevo capítulo con abordajes profundamente reflexivos, en este caso sobre la transición de estados. En su obra Connie Valdez Rojas viene trabajando hace tiempo sobre la idea de lo inasible y su presencia.
Pone el ojo en la expansión como anunciadora de etapas. Despliega, contrae, arruga, ilumina, modela de manera fractal el papel, como una piel viva que trepa y se desprende del muro para aventurarse a lo escultural, un paso para la transformación como ejercicio evolutivo. Sólo quien cree y resiste puede pasar ciertos portales.
Daniela Sukaczer encontró en el juego del punto de vista el planteo plástico que abordó desde la reflexión: ¨¿cuál es la relación entre lo de arriba y lo de abajo? Arriba está el hongo, la arquitectura - hombre - naturaleza y abajo: la red energética de mis ideas y deseos ̈ y es esa misma idea su atractivo, sin forzar resoluciones, mostrando una suerte de portaobjetos agigantados compartiendo su mirada aguda a escala humana.
El rescate, la reunión rizomática, reflexionaba Gaby Costa cuando abordamos su trabajo. Desde su experticia en lo textil, lenguaje que tracciona con lo instalativo, nos presenta una presencia múltiple que emerge e invade un posible rincón hogareño como metáfora sobre el devenir de lo heredado en un sentido amplio. La historia familiar y la resignificación de labores femeninas se cruzan en la retórica de Costa.
Ütz: cables como exoesqueleto. Arte y tecnología se fusionan como regímenes de experimentación de lo sensible en esta artista que optó por investigar con qué materiales necesitaba traccionar para decir lo que quiera ser oído… o no. Aquí el movimiento, que es la pulsión vital por antonomasia, lo presenta entre los polos sonido- silencio como ejes para discurrir de un estado a otro. También se ha preguntado ¿podría usar el silencio como soporte?
Es por todas estas expresiones tan buscadas que titular Micelio a esta exposición, provee de un marco conceptual ideal para alojar la creación de las voces del grupo Matriz.
Mutar, desplazarse, conectar con otros seres para pensar nuevas entidades o posibilidades de poblar este mundo.
Llegar y sentirse abrazados por la fuerza de esta ponencia artística nos regala su valor, por suerte, incapturable.
Texto y curaduría: Paula Bladimirsquy